Unos trogloditas nostálgicos de
una España, España una, han pintado sobre el monumento en memoria de los
centenares de asesinados por la dictadura franquista en Villarrobledo, sito en
el aparcamiento posterior del cementerio municipal, sobre sus nombres, justo
encima de la boca de un barrero donde yacen aun hoy un número indeterminado de
personas, personas asesinadas sobre las que pintan "viva cristo rey", "rojos no"
sobre sus nombres.
Memoria y reflexión les falta, nostalgia de una larga
dictadura que pisoteó durante décadas los derechos humanos, les sobra. ¿A qué
persona buena y cabal le puede parecer bien que se escriban insultos en las
tumbas? No olvidemos que algunos de los recordados yacen, 73 años después,
fuera del cementerio debajo de ese suelo.
Exigimos respeto, el respeto a los muertos que casi todos
tenemos en nuestra sociedad. En una sociedad normal hasta los asesinos están en
los cementerios; sólo los animales quedan fuera. Es inaceptable tratar de
considerar que todos los fusilados tras la Guerra o durante ella son culpables de algo. En
su inmensa mayoría fueron personas asesinadas en condiciones extremas por
apoyar al gobierno legítimo y, en efecto, los habrá también con delitos de
sangre; pero aún así no sería mala noticia hacer abstracción de esa
circunstancia para todos, ya que los asesinos del bando sublevado contra la Constitución siempre estuvieron enterrados ‘como dios manda’. Es significativo
que no se haya producido ningún acto vandálico en estos más de setenta
años en su cenotafio en el cementerio ni en el monumento que les recuerda en un
parque de Villarrobledo.
Los asesinatos, sean los que sean presentes o pasados, nos parecen
sencillamente inaceptables. Se ve que a estos trogloditas no.
Parece que para estos individuos hay asesinatos
aceptables y asesinatos inaceptables. En el cubo de acero de Villarrobledo
vemos esa asunción de culpabilidad que el franquismo impuso a sangre y fuego,
que está tan extendida en medios conservadores y que aún hoy se publicita,
desde la ignorancia. Si extrapolamos los datos documentados del segundo centro
de muerte de la provincia de Cuenca en los años 40, la cárcel de Uclés, más de
un 80% de los republicanos allí asesinados no eran asesinos. No eran agresores,
eran víctimas. Víctimas golpeadas, violadas, discriminadas, asesinadas por un
delito flagrante de izquierdismo, de republicanismo de pensamiento, palabra,
obra u omisión.
Lo que pretendíamos y pretendemos es simplemente un acto
de equilibrio, de justicia. Desgraciadamente algunas cosas no pueden dar marcha
atrás y la vida se perdió para siempre. Hoy apenas podemos darles dos cosas:
reparación moral por aquella injusticia y un monumento que dignifique el lugar
donde yacen en un aparcamiento. Un espacio con los nombres de tantas personas,
donde puedan ser visitados de manera pública y tranquila, por sus
conciudadanos, y donde sus familiares puedan ir en paz, con normalidad, en
libertad.
ARMHCUENCA ha trabajado mucho para que este espacio de
memoria y reflexión fuera una realidad y lo hemos hecho con constancia, firmeza
en nuestros principios y tranquilidad. Parece que se olvida que la realización
de este monumento fue autorizada a través de un convenio con el
ayuntamiento por Pedro Antonio Ruiz Santos del PSOE, y asumida después por
Valentín Bueno Vargas del PP, con plena normalidad democrática, lo cual les
honra a ellos y nos honra a todos. El mes de marzo pasado el monumento del
osario del cementerio de Cuenca sufrió un acto vandálico similar, que el
ayuntamiento limpió de oficio en menos de 24 horas. Esperamos una actitud
similar por parte del ayuntamiento de Villarrobledo, con el que ya se han
mantenido contactos.
ARMHCUENCA ha acudido a denunciar los hechos en tres
ocasiones ante la
Guardia Civil de Villarrobledo, no pudiendo efectuarse la
denuncia de facto por fallos en el sistema informático, y haciéndose efectiva la denuncia en una cuarta visita al Cuartel. Esperamos se investiguen los hechos para identificar y tomar
las acciones legales oportunas contra sus responsables.
En nuestra sociedad hay personas ignorantes, pero son
muy pocas, como estos vándalos nostálgicos franquistas, las que hacen de la
ignorancia una filosofía de vida.
Más pedagogía y menos ladridos, menos
pintadas, y sobre todo más respeto.